sábado, 1 de septiembre de 2012

Tuve la suerte de estar ahí…

Cuatro años le han hecho falta al Real Madrid para lograr su novena Supercopa de España, y para cortar de golpe la racha de tres seguidas que llevaba su rival, el Barça, algo que ya hicieron los merengues entre 1988 y 1990. Y cuatro años también han necesitado los blancos para volver a ganar a los culés en el Bernabéu, tras cinco derrotas y dos empates. Y yo tuve la suerte de estar ahí…


El Madrid hizo una de las mejores primeras partes que se le recuerda: qué dominio, qué poderío, qué superioridad. Y tuve la fortuna de estar en el fondo en el que atacaban y marcaban los blancos. ¡Todo un lujazo! Me rendí a sus pies mientras la grada comenzaba con los olés…En lo puramente futbolístico, Pepe regresaba al once titular y daba la asistencia a Higuaín para que aprovechara el error de Mascherano y marcara el primero de la que iba a ser una noche blanca, y el tercero del argentino en cuatro partidos que llevamos de temporada.

El Pipita pudo ampliar su cuenta goleadora, algo que en el fondo norte hubiéramos agradecido, pero Valdés estuvo acertadísimo, y lo que pasó fue que le llegó el turno a uno que no falla en los últimos duelos: Cristiano Ronaldo ha pasado de borrarse en los partidos importantes –como decían las malas lenguas- a marcar cinco goles en cinco clásicos consecutivos.

Y por fin llegó una eliminatoria de Madrid-Barça sin polémicas, pese a la expulsión de Adriano por roja directa, y un gol anulado a Pepe...Pero todo buen guión tiene un giro inesperado, en ocasiones dramático, pero esta vez, menos mal, fue medianamente dramático. De nuevo, la asignatura pendiente de los blancos salió a relucir: los goles a balón parado. En esta ocasión Messi fue el encargado de silenciar al Bernabéu con un golazo de falta, pero hasta ahí pudo llegar el argentino.

En la segunda parte, y a pesar de estar con 10, el Barça intentó controlar la situación, y buscar un empate que le sabría a victoria, pero Casillas volvió a santificarse, en una eliminatoria que será recordada por los porteros, y por el debut de Modric con la camiseta blanca. Algo inolvidable para la parroquia madridista que estábamos en Chamartín.


Y a todo esto, ¿y Mourinho? Pues ni salió de su banquillo durante el partido y al final dejó solos a sus chicos para que celebraran el título en el césped mientras los aficionados hacíamos lo propio en las gradas, en los aledaños del Bernabéu, camino de Cibeles y con la Diosa…porque por fin el Madrid volvía a ganar la Supercopa de España. Y encima al eterno rival. ¡Casi nada!

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