Lamentable. Bochornoso. Vergonzoso. Dantesco. Así fue el espectáculo que dio José Mourinho en los últimos minutos del Barça-Madrid de la vuelta de la Supercopa de España, disputada el miércoles, y de la que sí, ya se ha hablado y visto mucho. La acción del entrenador portugués es incalificable, injustificable…No tiene nombre.
Reconozco que he necesitado un día más para escribir esto, no porque el Madrid perdió a pesar de haber hecho un gran partido de ida y una genial primera parte del de vuelta, sino porque me sentía tan avergonzada que no sabía por dónde empezar. Yo siempre he defendido al técnico blanco, especialmente cuando decía lo que muchos madridistas pensábamos, aunque sus formas, en más de una ocasión, no han sido las correctas. Y siempre que se ha pasado lo he reconocido y manifestado.
Pero he de decir que, tras lo del miércoles, ha perdido parte de mi simpatía hacia él, y lo que me duele más es que, por su culpa y por acciones como ésta, pueda perder parte de la adoración que siento por mi Real Madrid, sólo porque se comportó de manera para la que ni siquiera encuentro calificativo, y menos justificación. Sólo porque, por sus errores, mi equipo está empezando a tener una imagen de barriobajero y de sucio en todo el mundo. Y me pregunto: ¿qué queda del Madrid de las glorias deportivas, del pundonor, del señorío, del caballero del honor, del noble, del que “cuando pierde da la mano”? ¡Es duro! Aún así sigo siendo madridista, porque, como en los matrimonios, juntos en la salud y en la enfermedad, en lo bueno y en lo malo. Sobre todo en lo malo.
Reconozco que he necesitado un día más para escribir esto, no porque el Madrid perdió a pesar de haber hecho un gran partido de ida y una genial primera parte del de vuelta, sino porque me sentía tan avergonzada que no sabía por dónde empezar. Yo siempre he defendido al técnico blanco, especialmente cuando decía lo que muchos madridistas pensábamos, aunque sus formas, en más de una ocasión, no han sido las correctas. Y siempre que se ha pasado lo he reconocido y manifestado.
Pero he de decir que, tras lo del miércoles, ha perdido parte de mi simpatía hacia él, y lo que me duele más es que, por su culpa y por acciones como ésta, pueda perder parte de la adoración que siento por mi Real Madrid, sólo porque se comportó de manera para la que ni siquiera encuentro calificativo, y menos justificación. Sólo porque, por sus errores, mi equipo está empezando a tener una imagen de barriobajero y de sucio en todo el mundo. Y me pregunto: ¿qué queda del Madrid de las glorias deportivas, del pundonor, del señorío, del caballero del honor, del noble, del que “cuando pierde da la mano”? ¡Es duro! Aún así sigo siendo madridista, porque, como en los matrimonios, juntos en la salud y en la enfermedad, en lo bueno y en lo malo. Sobre todo en lo malo.
Hay algo que se nos enseña desde pequeños, o, al menos, en mi caso fue así: responsabilizarnos de nuestros actos. No tirar la piedra y esconder la mano, en este caso el dedo. Y fue lo que hizo Mourinho al no reconocer en sala de prensa lo que había hecho. ¡El colmo de los colmos! Al menos di que fue un momento de calentura, pero no te hagas el loco. No seas tonto, si hay decenas de cámaras grabando y lo han visto. ¡Qué feo! Ésa no es la imagen del Real Madrid que yo siempre he seguido, apoyado y por el que hasta llorado de alegría, de frustración y de pena…
No, ése no es mi Madrid, y Mou, el del dedo en ojo ajeno, no me representa como madridista. Con esa actitud no, porque no me hace sentir orgullosa al decir que soy seguidora merengue. ¡Cómo duele ver esa imagen de mi Real Madrid recorriendo el mundo! No nos merecemos esto. No podemos permitir esto, porque somos muchos los que nos sentimos defraudados.
Pero adoro el blanco, el merengue, a Di Stéfano, a Don Santiago Bernabéu, a Raúl, a los ‘zidanes y pavones’ y mi estadio en Chamartín. Y adoro cómo se me pone el vello de punta al oír mi himno con esa increíble voz de Plácido Domingo diciendo aquello de ‘Hala Madrid’. No es justo que por sus idas de cabeza, al madridismo, que es un sentimiento, que duele y que apasiona, lo esté tirando por tierra. Porque él llegará un día en el que se vaya, pero el Madrid seguirá, y no es justo que lo haga con esa imagen tan perjudicada que él habrá dejado.
No, ése no es mi Madrid, y Mou, el del dedo en ojo ajeno, no me representa como madridista. Con esa actitud no, porque no me hace sentir orgullosa al decir que soy seguidora merengue. ¡Cómo duele ver esa imagen de mi Real Madrid recorriendo el mundo! No nos merecemos esto. No podemos permitir esto, porque somos muchos los que nos sentimos defraudados.
Pero adoro el blanco, el merengue, a Di Stéfano, a Don Santiago Bernabéu, a Raúl, a los ‘zidanes y pavones’ y mi estadio en Chamartín. Y adoro cómo se me pone el vello de punta al oír mi himno con esa increíble voz de Plácido Domingo diciendo aquello de ‘Hala Madrid’. No es justo que por sus idas de cabeza, al madridismo, que es un sentimiento, que duele y que apasiona, lo esté tirando por tierra. Porque él llegará un día en el que se vaya, pero el Madrid seguirá, y no es justo que lo haga con esa imagen tan perjudicada que él habrá dejado.
Señor Mourinho, sea merecedor de llevar este escudo en el pecho, de que se le relacione con el mejor club del siglo XX, y pida perdón. Es lo que debería hacer: pedir perdón primero a los madridistas y después al Barça. Eso le haría mejor persona, porque como entrenador, estratega y motivador ya es grande.
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