¿Qué tienen en común un premio, una calle y un museo? Jesse Owens. Todos están dedicados al atleta negro de las cuatro medallas de oro en las Olimpiadas de Hitler. Sí, aquel que fue ovacionado por las 110.000 personas que presenciaron sus récords en el Estadio Olímpico de Berlín. Y aquel que al llegar a su país, Estados Unidos, no fue recibido como un gran atleta, sino como un negro más.
Jesse Owens, que nació el 12 de septiembre de 1913, trabajaba recolectando algodón hasta que su familia se trasladó a Ohio. Como sus compañeros de colegio no querían jugar con él, este nieto de esclavo se dedicaba a dar vueltas al campo de béisbol. Fue su profesor de gimnasia, Charles Ripley, el primero que, al verle correr, predijo que sería el mejor atleta del mundo.
Owens, grande en menos de una hora
Con 15 años comienza su carrera en el atletismo. Pero será en 1935 cuando consiga su primera gran proeza: hacerse con
cuatro récords mundiales en sólo 45 minutos. Fue durante una competición en Michigan, lo logró con dolor de espalda y descansando de 9 a 15 minutos entre récord y récord: 100 metros lisos en 9,4 segundos; salto en 8,13; 220 yardas en 20,3; y 220 yardas vallas en 22,6.
Ésta no iba a ser su única hazaña, aunque gracias a ella Owens ganaba el sobrenombre de
‘El antílope de ébano’, y entraba en el equipo estadounidense de atletismo para los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936.
Un ídolo en Berlín
El equipo de atletismo de EEUU estaba compuesto por 66 atletas, 10 de ellos negros. El Comité Olímpico retiró a Glickman y Stoller, dos judíos, y puso a Owens y otro afroamericano para no ofender a los nazis. Finalmente
ganaron 11 medallas, 6 de ellas conseguidas por atletas negros.
Pero estos Juegos se recordarán por Jesse Owens, ya que fue el
primer estadounidense en ganar cuatro medallas de oro en las mismas Olimpiadas, batiendo, además, cuatro récords mundiales: 100 y 200 metros lisos, carrera de relevos de 4x100 y salto. Una proeza que sólo fue capaz de repetir Carl Lewis en 1984.
Desde la primera prueba que disputó Owens, el pueblo alemán se volcó con él. Las 110.000 personas presentes en el Estadio Olímpico le aclamaban, inclusive en la prueba de salto, pese a que se disputaba el oro con el alemán Lutz Long. Después de la victoria
Owens dijo que había ganado gracias a los consejos de su competidor nazi.
Las dos versiones sobre Hitler
La primera dice que Hitler, como pretendía demostrar la superioridad aria, festejaba sólo los logros de los atletas blancos, pero el Comité Olímpico Internacional (COI) le aconsejó que aplaudiera a todos o a nadie, y él dejó de hacerlo y
abandonó el estadio por no estrechar la mano de Owens tras la entrega de su cuarta medalla de oro.
Y la segunda versión, según KC Duncan, secretario general de la Asociación Olímpica Británica,
Henry Baillet-Latour, del COI, solicitó a Hitler que no saludara a los vencedores. Esto ocurrió antes de que Jesse Owens se llevara el oro en salto, y, a partir de ahí, no hubo más saludos.
Y el tetracampeón olímpico también tenía su versión:
“Cuando pasé frente al palco de Hitler, se levantó y me saludó con la mano y yo le devolví el gesto. Los reporteros fueron los que tuvieron el mal gusto de criticar al hombre del momento en Alemania”.
Un negro más en Estados Unidos
Durante su estancia en Alemania, a Owens se le permitió viajar y hospedarse en los mismos hoteles que los blancos, algo que en Estados Unidos no estaba permitido. Y
no volvió como un héroe nacional: no pudo viajar en la parte delantera del autobús; tenía que comer en restaurantes para negros, utilizar las puertas de servicio para acceder a los hoteles, e ingeniárselas para seguir sacando adelante a su familia, trabajando como botones y siendo corredor por alquiler -contra caballos y motocicletas-.
Y si Hitler no le estrechó la mano, el presidente Roosevelt ni siquiera le invitó a la Casa Blanca, porque no quería perder votos.
“Recibí una felicitación del Gobierno alemán, pero fue Roosevelt quien me trató con brusquedad. En la Alemania de Hitler fui tratado con más respeto que en mi propio país”, confesó Owens en su autobiografía (‘The Jesse Owens Story’, de 1970).
Tuvieron que pasar los años
Pero como finalmente el tiempo pone a cada uno en su lugar, en 1956 Owens fue representante de Eisenhower en los JJOO de Australia. Gerald Ford le concedió en 1976 la Medalla de la Libertad, y
en 1979 Carter le entregó el Premio Leyenda Viviente.
En 1981, la USTAF, máximo organismo del atletismo en EEUU, comenzó a otorgar el
‘Premio Jesse Owens’ al atleta estadounidense con mejor desempeño en una temporada. Además, en el mundo se conocen
dos calles que llevan su nombre, una en Costa de Marfil, y la otra, desde 1984, en Berlín, que es una de las vías que conduce al Estadio Olímpico. Y en 1996 se inaugura en Alabama el
‘Jesse Owens Memorial’, un parque que incluye un museo en el que están sus medallas y tiene un mini-teatro donde se representa su proeza en las Olimpiadas de Berlín…
Ésa que sólo fue reconocida en la Alemania nazi, pero no en el país que le vio nacer.