“25 millones de argentinos jugaremos el Mundial”. Así rezaba una de las canciones que animaron la Copa del Mundo de fútbol de 1978, celebrada en Argentina.
Después de 16 años, el Mundial volvía a Sudamérica, pero el foco de interés internacional no estaba tanto en el campo como en la situación política del país del tango: la violencia era creciente, las actuaciones terroristas de Estado se multiplicaban, así como las desapariciones y las torturas, y las organizaciones guerrilleras cada vez tomaban más fuerza.
En 1974, el Gobierno de Perón dejaba la organización del Mundial en manos del Ministerio de Bienestar Social, para lo que se creó la Comisión de Apoyo al Mundial, llamada Ente Autárquico Mundial’78 (EAM). Y, desde 1976, Argentina estaba inmersa en una dictadura cívico-militar, encabezada por la Junta de Comandantes del Ejército, la Marina y Aviación, que asumió la represión como método de gobierno. Y, mientras, la Asociación de Futbolistas Argentinos (AFA) era un mero asesor del EAM.
Los exiliados argentinos en Europa encabezaron un boicot contra la organización del evento por violar los Derechos Humanos. Mientras que la junta militar lo consideraba una campaña anti-argentina realizada por el terrorismo. Incluso se llegó a acusar a algunos jugadores de sumarse a la campaña para denunciar acciones de la dictadura militar, renunciando a participar en el torneo. Pero esto nunca se demostró.
Muchos países temían por su seguridad, pero ninguna selección se retiró del Mundial: la junta garantizó que no habría violencia durante el torneo. De hecho, el capitán alemán Berti Vogts declaró, después de la Copa del Mundo, que “nunca vio ningún signo de que Argentina fuera gobernada por la dictadura, porque el torneo se disputó sin un incidente violento grave”.
Y, mientras, el Mundial se disputaba entre Buenos Aires, Mar de Plata, Córdoba y Mendoza. Y Gauchito era la imagen de la Argentina más futbolística. Y el Adidas Tango, el balón que todo niño quería en 1978. Y el 25 de junio, en el césped, se echaba de menos a Johann Cruyff y a Diego Armando Maradona…
Pero Argentina ganó el Mundial, su Mundial, ante Holanda, con un Mario Kempes como máximo goleador de la competición, y que, además, dio uno de los goles de la prórroga.
Y, al final, la canción del Mundial no se equivocaba, a menos en el césped: “…Vibrar, soñar, luchar, triunfar. Luciendo siempre sobre la ambición y la ansiedad, temple y dignidad. Jugar en limpia competencia hasta el final. Brindar a todos nuestra enseña grande y fraternal. Azul y blanca celestial…”.
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